Daniel Avila

Daniel Avila

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Mascus

Esta historia también se remonta a la época que viví en Bolivia hace ya unos años cuando el profesor de filosofía nos preguntó cuando NO usábamos máscaras. Vinieron varias respuestas hasta que me tocó responder y le dije que no usábamos máscaras cuando dormíamos. Su respuesta fue que incluso en el sueño teníamos una máscara tapándonos la cara, respuesta con la que hasta hoy en día discrepo. He estado pensado en esta cuestión durante años. Sabemos que muchas culturas usan máscaras para ceremonias o para festividades, para ocultar el rostro como en la Edad Media o para asemejarse más al personaje que solían interpretar los griegos en sus obras teatrales. ¿Pero porqué nos ocultamos detrás de estas máscaras emocionales y ambientales como yo les llamo? He vivido en cuatro diferentes países, en dos continentes y cuando cambio de ambiente, cambio de máscara. También lo hago cuando oculto una emoción o cuando quiero mostrar otra. ¿Pero cuando somos nosotros mismos? ¿Cuando no tenemos una máscara?
Al día siguiente después de meditarlo le plantee la siguiente cuestión al profesor: ¿Que pasa cuando nuestra verdadera cara es el resultado de todas las máscaras que utilizamos? ¿Que tal si somos exactamente eso, una personalidad con muchas máscaras diferentes sin existencia de una personalidad pura? Esto es un tema por supuesto muy sujetivo, pero nunca quede convencido de mi conclusión.
Después de varios años tengo una pequeña modificación a mi teoría. Pienso que aquel que usa demasiadas máscaras se distorsiona con el tiempo, se pierde entre lo que oculta y se desvía del sendero que lo lleva a la personalidad pura. Aquel que usa pocas máscaras tiene una personalidad más estable, más pura. Si eres honesto, sigue tu camino, si eres un estafador, defiende tu posición y no pretendas no serlo. Supongo que con la edad uno se va desprendiendo de máscaras y mientras se acerca a la muerte no le importa ocultar nada, porque no tiene nada que perder.
Solo mientras dormimos estamos expuestos y a la merced de nuestro puro ser. Solo cuando soñamos se pueden hacer realidad las pesadillas más profundas que acechan hasta al asesino más horrible. Siempre queda algo expuesto, siempre hay algo que no podemos, o no queremos ocultar y eso es en parte lo que somos...

No hay comentarios:

Publicar un comentario